Esta semana todo el colectivo de periodistas ha tenido que entonar el mea culpa tras la puesta en libertad del presunto asesino de Aitana (recordemos la niña tinerfeña que había muerto por caerse de un columpio días antes).
Ayer me entristeció ver en una entrevista televisiva al hermano del acusado, que aseguraba que Diego estaba destrozado y que el fallo médico, junto a la presión mediática (sí también de aquellos programas que se etiquetan como "serios") había arruinado la vida del joven.
¿Cómo es posible que pase esto?, ¿cómo es posible que un médico vea donde no los hay abusos sexuales a una menor?; pero sobre todo, por ser lo que nos afecta a nosotros más directamente, ¿cómo puede ser que un medio de comunicación asegure rotundamente que Diego Pastrana era el ASESINO de la niña sin una verificación de la información y sin respetar la presunción de su inocencia?
Pues bien, el caso es que los hechos acaecidos esta semana me han hecho pensar que los fundamentos del periodismo están perdiéndose, no sólo en el periodismo tradicional, también en el digital. Como apunta Luis Indriago en su post La responsabilidad del twittero: "la inmediatez de la Web 2.0, y el dulzor de las redes sociales, nos han hecho olvidar que el periodismo sigue siendo el mismo oficio que requiere un uso responsable del medio. Sea un diario de 48 páginas o un post de 140 caracteres".
Estoy completamente de acuerdo con Luis, espero que el periodismo en la web aproveche todas las pontencialidades que ofrece (como una mayor accesibilidad de las fuentes para contrastar las informaciones), pero siempre con una mínima ética, y más en casos como los de Diego Pastrana, en los que está en juego arruinale la vida a alguien por una información falsa.
Andrea Grañó
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